Covid, hostelería y placas

Hace un mes Chamberí 30 días titulaba su portada señalando la baja incidencia que la segunda ola estaba registrando en el distrito, por entonces el quinto con menor tasa de contagios de la capital. En aquel, momento la Comunidad de Madrid había cerrado perimetralmente una treintena de zonas básicas de salud de la región, mientras muchas voces se alzaban contra una medida que consideraban discriminatoria hacia los distritos del sur, principal ámbito de las restricciones, con zonas que superaban ampliamente el millar de positivos por cada 100.000 habitantes.

Una vez más, la pandemia ha mostrado en apenas unas semanas la torpeza de calibrar territorialmente la amenaza del virus. Así lo demuestra que varias de las autonomías que temían las visitas de los madrileños durante el pasado puente del Pilar cuenten ahora con tasas de contagio superiores a la madrileña; pero también que Chamberí haya dado un inquietante salto hacia atrás, comenzando noviembre como el primer distrito con mayor incidencia de la epidemia, con áreas como Guzmán el Bueno, confinadas desde hace 10 días, y otras en niveles preocupantes, como Andrés Mellado, cuyo incremento del índice de positivos bastaría para sumarse a las zonas aisladas, y a la que sólo un confuso criterio de la Comunidad de Madrid ha dejado por el momento fuera.

Pero más allá de la gravedad de la situación desde el punto de vista sanitario, la pandemia ha venido a agravar uno de los problemas enquistados del distrito, como es la difícil conciliación entre el ocio hostelero, principalmente nocturno, y el descanso vecinal. De ahí el insólito momento vivido en los últimos días en los que, mientras por un lado la patronal hostelera se manifestaba en el centro de la capital para reclamar una salida a su desesperada situación, decenas de vecinos se concentraban a las puertas de la Junta de Chamberí contra el ruido y la excesiva proliferación de terrazas en zonas como Ponzano. Al día siguiente, la portavoz municipal terciaba pidiendo “generosidad” a ambas partes ante un conflicto que se había mostrado irresoluble antes aún de la pandemia, y que difícilmente parece que pueda arreglarse en el contexto actual.

El pasado mes también dejó algunas noticias relevantes para el distrito, como la retirada urgente y poco delicada de la placa que homenajeaba al socialista Francisco Largo Caballero, tras aprobarlo el Pleno de Cibeles apenas unas semanas antes. Probablemente haya sido la resolución que más rápidamente ha llevado a cabo la Junta Municipal que preside Javier Ramírez en el último año y medio. Queda a los vecinos la consideración de si era la más perentoria.

Para acabar, el alcalde de Madrid anunciaba en la última sesión plenaria las directrices de lo que serán los nuevos contratos de limpieza de la capital, con los que el Consistorio pretende solventar otro de los problemas que tanto Chamberí como el resto de distritos llevan años padeciendo. Unas calles que ya estaban sucias con Ana Botella, que apenas mejoraron con Manuela Carmena, y que veremos si dejan de estarlo con Martínez-Almeida. Mucho nos tememos que costará más que quitar una placa.


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