El 'efecto Sánchez' en las cuentas madrileñas

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Dejábamos el editorial del pasado mes despidiéndonos de una presidenta regional y hemos de empezar este haciendo lo mismo con Mariano Rajoy, ex presidente ya del gobierno. Pocos hubieran apostado, a estas alturas de la legislatura, una situación como la que ha generado la audaz jugada de Pedro Sánchez, nuevo inquilino de La Moncloa gracias a la primera moción de censura exitosa de nuestra democracia. No se ha quedado ahí el redivivo dirigente socialista, que se ha apresurado a conformar un gabinete ministerial con más elogios que críticas, en otro golpe de efecto eficaz –al menos– en cuanto a imagen.

Las circunstancias de la moción de censura, apoyada por ocho partidos diferentes, y el momento en que se ha llevado a cabo, con los Presupuestos Generales a medio aprobar, altera de forma evidente el argumentario político. Máxime cuando el PSOE se ha comprometido a dar luz verde a las cuentas del PP, en las que no confiaron, y con la incertidumbre de si serán ahora enmendadas por sus propios autores, o apoyadas por el resto de la oposición, que ya las rechazó en su día.

No será esa la única paradoja. El cambio de gobierno abre un nuevo panorama especialmente en la ciudad de Madrid, donde finalmente el equipo de Carmena consigue zafarse de la rigidez de Montoro y su regla de gasto. No extraña pues que el delegado de Economía del Ayuntamiento, Jorge García Castaño, se haya apresurado a despedirse de “los tiempos negros pasados” y augurar un buen entendimiento con la nueva ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

Pero el horizonte también podría despejarse para los propios Presupuestos Municipales, cuyo proyecto se debatirá este mes en las comisiones y llegará al Pleno en julio, donde deberá contar con el apoyo al menos del PSOE. Un apoyo que el año pasado se cifró en más de 140 enmiendas –por un valor de 160 millones de euros– que fueron incluidas en las cuentas. ¿Y este año? No es descartable que el margen de crítica de los socialistas madrileños pueda ser estrechado por la dirección federal, si a ésta le interesa hacer algún gesto con Podemos. Pero tampoco lo es el hecho de que a un resucitado PSOE, ahora que navega encima de la ola, quizá le convenga recuperar su distancia respecto a la formación morada, con la vista puesta en las elecciones municipales y autonómicas –¿y generales?– de 2019.

A fin de cuentas, un gobierno con tan exigua representación en el Congreso no tendrá fácil sacar adelante grandes medidas, por lo que es probable que los próximos meses asistamos a un juego de gestos y tacticismo, aguardando a llegar a los comicios en la mejor posición. Si no, fíjense en las primeras reacciones ante el nombramiento de los ministros: después de la “fiesta” de desalojar al PP, a los diputados les ha quedado como una resaca donde nadie parece acordarse de lo que votó el día de antes.

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