Lo que quieren los vecinos

El buen gobierno es aquel que trata de encauzar la actividad desarrollada por los gobernantes hacia la mejora de la vida de los gobernados, con respeto a sus intereses y deseos. Esto resulta especialmente relevante en el ámbito municipal, donde la proximidad de la administración con los ciudadanos es mayor, y su labor afecta de forma más inmediata a sus vidas. Saber, pues, qué quieren los vecinos, será una de las primeras misiones que deberán cumplir esos gobernantes.

Ocurre que a menudo ese “lo que quieren los vecinos” no es sencillo de determinar –pues no todos tienen los mismos deseos, ni las mismas necesidades o criterios–, pese a lo cual nuestros políticos tiran de esta muleta con que justificar sus cuestionables decisiones, de forma que el deseo vecinal puede servir, según quién lo agite, para peatonalizar de aquella manera un tramo de Galileo o para desmontarlo, para instalar o no nuevos carriles bici o para prorrogar la cesión –o para cerrar– un espacio dedicado a la participación vecinal.

Bajo el pretexto del deseo vecinal, las aceras de Ponzano se pueden ensanchar para que los transeúntes tengan una mejor accesibilidad, pero también –como sospechan los residentes– para que las terrazas pasen del asfalto al espacio peatonal. Otro ejemplo sería la pista deportiva de la discordia prevista en Cea Bermúdez, cuya instalación es, más que un deseo, un clamor vecinal, lo que contrasta con las reticencias del concejal del distrito, Javier Ramírez, y sus tímidos pasos atrás en la decisión. ¿Acaso no escucha “lo que quieren los vecinos”? Bueno, según él también debe mirar por los centenares de ellos que permanecen a la espera de plaza para practicar deporte en el único polideportivo municipal de Chamberí.

Hace dos años y medio se aprobó un Plan Especial para construir un equipamiento en el distrito, que se ubicaría en una parcela cedida por el Canal de Isabel II en Cea Bermúdez. La futura llegada de una nueva dotación era una gran noticia para un Chamberí que, según el estudio que incluía el Plan, precisa de bibliotecas, escuelas infantiles y centros de día. No obstante, al estar dicha parcela situada en zona calificada como verde, el proyecto dependía de una compensación de usos, y se decidió que esta se llevaría a cabo en un espacio de la Plaza del Conde de Valle de Súchil, que se ajardinaría. Y ahí llegó el problema: durante el plazo de información pública, los vecinos de la Plaza inundaron la Junta con un centenar de alegaciones en contra de dicho cambio, lo que llevó al concejal de Chamberí a recular y desistir del proyecto. “Los vecinos no lo quieren”, dijo, y tenía razón. Solo que esa zona verde en Valle de Súchil no querida por los residentes sólo era una posibilidad escogida para la necesaria permuta de usos, no el proyecto principal.

El proyecto principal, esto es, la llegada del tan necesitado equipamiento para el distrito, quedaba pues en el limbo por la negativa vecinal de la parte complementaria del plan. No se buscó una alternativa. No se reelaboró cuanto antes un nuevo proyecto que hiciera realidad la esperada dotación. Han pasado dos años y medio. En unas semanas volverán a prometerla. Por los vecinos.


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