Los de la capital

El miedo es, probablemente, la única propiedad que nadie puede arrebatarnos. Cuz D’Amato, descubridor del ex campeón mundial Mike Tyson, decía que el héroe y el cobarde solo se diferenciaban en la manera de afrontar un miedo que ambos sentían por igual. Lo estamos viendo estos días, en la labor del personal sanitario o en aquellos que apedrean los autobuses que traen a sus pueblos ancianos enfermos para facilitar su atención.

Miedo sintieron los irresponsables que optaron por escapar de la capital, y el miedo atenazó a quienes decidieron que los «madrileños» estaban expandiendo el brote dirigiéndose a sus segundas residencias o a algún alquiler de urgencia. Curiosamente, nadie consideraba que los estudiantes de provincias que volvían desde la capital a sus lugares pudieran ser fuente de esos contagios. En aquellos días, el presidente de las Cortes Valencianas culpó a «los madrileños» de estar «exportando el virus», cuando sólo unas semanas antes decenas de valencianos lo habían importado tras viajar al partido de fútbol considerado “catalizador” de la propagación del virus en Lombardía.

La prensa daba cuenta de la «avalancha» de «madrileños» a las costas españolas, contabilizada por los nuevos sexadores de foráneos. El presidente murciano también pidió a «los madrileños» que dejaran de llegar a su comunidad. Para entonces, la región contaba ya con 36 casos positivos, siendo el primero de ellos el de una estudiante murciana que se había desplazado unos días antes a la capital.

«La culpa es de Madrid», esa letanía que desde hace años repiten los espectros más xenófobos e insolidarios de este solar patrio, sirvió durante unos días de asidero de culpabilidades. Que lleguen y salgan de Madrid diariamente gentes de todos los rincones del mundo parecía secundario. Entre ellos, 120.000 españoles «de fuera» de Madrid que reciben atención sanitaria cada año.

Han pasado ya varias semanas y el virus ha infectado a más de un millón de personas en todo el mundo. Una cifra suficiente para entender que en la propagación de la epidemia quizá haya irresponsables, pero no culpables individuales, ni regionales, ni geográficos. Otra cosa serán los responsables públicos.

Convendría que algunos compatriotas escuchasen las palabras del presidente portugués, Antonio Costa, referidas a Europa: «Si algún país de la UE cree que se resuelve el problema dejando el virus suelto en otro país está muy engañado. (…) El virus no sabe de fronteras. Nosotros sabemos que los primeros portugueses se infectaron en viajes al extranjero, y no podemos culpar a los países en los que hay infectados por tener personas infectadas… ese tipo de respuesta destruye completamente el espíritu de la UE».

Por eso en esta hora en que toda España sufre esta dramática situación, nos gustaría romper una lanza por Madrid. Un Madrid con su cuota de irresponsables e insolidarios, pero que nunca pregunta el origen a sus visitantes porque a todos considera madrileños, que hace emperatrices de Lavapiés a las chulonas que llegan a sus calles. Y un Madrid que, en cuanto comience a levantarse, tenderá la mano a cualquiera, como siempre sin preguntar de dónde viene. 

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