Madrid Central ha muerto, viva Madrid Central

Varias casas reales europeas usan la tradicional fórmula de “El Rey ha muerto, larga vida al Rey” en el momento del fallecimiento de un monarca, como último homenaje y expresión de la continuidad de la dinastía. Una expresión que podría aplicar estos días el alcalde José Luis Martínez-Almeida a Madrid Central. La Junta de Gobierno acaba de aprobar el anteproyecto de la ordenanza de movilidad sostenible que sustituirá la zona de bajas emisiones impulsada por Manuela Carmena, anulada hace unos días por el Tribunal Supremo, por una idéntica en su perímetro y con leves cambios en las restricciones al acceso y circulación de vehículos en la almendra central madrileña. Lejos quedan aquellos llamamientos a “revertir” y “contar los días” que le quedaban al proyecto estrella de Ahora Madrid por parte de las formaciones hoy en el Gobierno municipal que, eso sí, cambiarán el nombre de la zona, porque rebautizar cosas ya hechas es una tarea común en las últimas legislaturas municipales.

Por su parte, los partidos de izquierda en la oposición critican la configuración del remozado Madrid Central pese al gran parecido con las medidas aprobadas por ellas mismas hace tres años. Unas formaciones, por cierto, a las que los tribunales de justicia han anulado por “defectos formales” varios planes especiales impulsados por ellos cuando ostentaban–o bien apoyaban–el Gobierno municipal, como explicamos este junio en nuestras páginas.

El otro gran tema del mes –en realidad, de los últimos años– es el deterioro cada vez mayor de la convivencia entre el ocio nocturno en determinados puntos del distrito y los vecinos residentes en esas mismas zonas. La disputa ha crecido con el nuevo escenario socioeconómico creado por la pandemia, y ha cristalizado en la puesta en marcha del lema ‘SOS Chamberí’, con el que la Asociación Vecinal El Organillo lanza un llamamiento contra los ruidos y por la protección del necesario descanso.

Una protesta que se ha encontrado con dos reacciones contrapuestas y a cual menos empática. Por un lado, la de quienes piensan que en estos momentos la hostelería sólo necesita ser ayudada para frenar su debacle económica, y consideran que las protestas parten únicamente de un puñado de vecinos que no representan el sentimiento de todo el distrito; y, por otro, quienes aprovechan para tomarse una estúpida venganza electoral señalando que cualquier molestia que sufran los vecinos será merecida debido al signo del voto que mayoritariamente se prefirió en Chamberí.

Pero la conciliación del ocio nocturno y el descanso vecinal no ha llegado con Díaz Ayuso, por más que el actual contexto haya podido agravar la situación. El problema viene de lejos, y no en vano el Ayuntamiento de Madrid baraja ya la aprobación en Ponzano de la que sería la tercera Zona de Protección Acústica Especial del distrito, tras las de Argüelles y Gaztambide. Que, como señala El Organillo, esta última aún no haya reunido aún su comisión de seguimiento resulta descorazonador, y demuestra tres cosas: que el problema sigue, que su solución no es fácil, y que se puede hacer más de lo que se está haciendo. Ante esta situación, el diálogo y la empatía contribuirán a lograr una solución mucho más que los oportunismos, la insolidaridad y el menosprecio.

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