Una normalidad diferente

Tras la primavera robada por la Covid19, desde hace unas semanas ya tenemos en la capital el verano más atípico de las últimas décadas. Un verano en que parece que las cosas de siempre comienzan de nuevo a rodar, la vida regresa a su inercia y la diversión y los problemas vuelven a semejarse a aquellos que teníamos hace tan sólo cuatro meses. No es cierto, claro. Se nota de golpe en los rostros embozados por mascarillas en los paseos y en la distancia social que impide la afabilidad del saludo, tan nuestra. Pero también, y sobre todo, en aquellos que faltan y no volverán.

También, sin salir de las calles, en aquellos comercios que forjaron la identidad de todo un distrito y que este mes cuentan en nuestras páginas que, después de décadas, en breve bajarán la persiana para siempre. La papelería Salazar o Calzados Cantero son sólo dos de los negocios que perderá el barrio, y no principalmente por la pandemia, aunque su larga trayectoria nos hace lamentar nostálgicamente su cierre. Pero también hay otros, quizá tristemente muchos, que cerrarán y en esta ocasión sí directamente por los estragos de esta crisis. Detrás de cada uno de estos cierres hay dramas personales y familiares, y queremos recordarlos en estas líneas y recordar lo fundamental de apoyar al comercio de proximidad, porque sin él los barrios dejan de existir.

El número de julio antes de iniciar unas cortas vacaciones también aborda la remodelación de dos emblemas del distrito, como son el Museo Sorolla, cuya ampliación parece que se pone en marcha tras años de espera, y las Torres Colón, cuya estructura suspendida acaba de proteger el Ayuntamiento de Madrid y que deja vía libre al proyecto de reforma ya planeado por la propietaria del inmueble, Mutua Madrileña, que cambiará el aspecto del rascacielos de Lamela, eliminando su famoso remate.

Estos días nos deja también un más que previsible freno y marcha atrás municipal en el Plan Especial de Reordenación y Mejora que iba a acarrear la ampliación de la zona estancial y verde de la Plaza del Conde del Valle de Súchil. Un proyecto impulsado por la anterior Corporación y que incluso llegó a ser aprobado por la actual Junta de Gobierno, pero que “los vecinos no quieren”, según ha explicado el concejal-presidente de Chamberí, Javier Ramírez, que también se mostró contrario a la modificación del ámbito refrendada por sus compañeros en el Consistorio. Cerca de un centenar de las 108 alegaciones presentadas al Plan inciden en dejar la Plaza tal y como está, argumentó el concejal, por lo que parece poco probable que el proyecto siga adelante tal y como estaba concebido desde un principio. Un giro que deja no obstante en el aire el dónde, cómo, y cuándo será la ganancia de zona verde a la que obliga la actuación, como compensación de la recalificación del solar de Cea Bermúdez. Un espacio estancial que necesita perentoriamente el distrito con menos superficie verde de la capital, y al que se le acumulan los retrasos para ofrecer un respiro a los vecinos, precisamente en el peor momento.


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