Colchones

A falta de otras, una de las imágenes que nos dejará la pandemia es la del reguero vial de colchones usados y abandonados a la intemperie. Tanto por lo que dice de nosotros, como del momento en que vivimos. Cierto es que colchones tirados en plena calle ya había antes de la covid, pese a que el Ayuntamiento de Madrid cuenta con un servicio de recogida gratuito y que las propias colchonerías ofrecen llevarse el antiguo si compras uno nuevo –imagino que la gente no los dejará en la calle para dormir en el suelo–, pero la profusión de estos en los últimos meses resulta tan llamativa como desoladora.

La cochinada no alcanza el nivel de quien arroja a la vía pública las mascarillas –cuántos de estos habrán salido a aplaudir a los sanitarios hace unos meses, cuando más necesitaban lo que ellos ahora tiran– pero demuestra lo imposible que resulta mantener limpia una ciudad si quienes la ensucian no están por la labor de asumir su parte del trabajo.

Quizá sea que estos desconsiderados abandonacolchones ignoren que los servicios municipales se pueden hacer cargo, o bien que el propio Consistorio sea quien demora días en recogerlo, para oprobio del vecino y del barrio en general. Sea como fuere, lo cierto es que asombra el número de jergones con que vas cruzándote a cada paso, y no puede uno más que ponerse a pensar en la historia pegada a esos muelles, en qué corrientes y olas los habrán empujado a esta orilla en la que acaban tantos despojos sin barrer.

Es posible que su propietario fuera uno de los miles de fallecidos por el virus en Madrid, o quizá un contagiado, sano ya, pero temeroso de que el veneno se haya aferrado a la viscoelástica; quizá sea de alguien que tuvo que marcharse de su vivienda sin querer cargar con él, o de un nuevo inquilino que se lo encontró y decidió tirarlo, como un Pedro Sánchez recién llegado a Moncloa; es incluso probable que el autor de los hechos, cinco minutos después de perpetrarlos, ya esté echando pestes de lo sucias que están las calles.    

Un colchón es el lugar donde descargas tus sueños y tus pesadillas. Abandonarlo siempre es traumático. Ojalá a esos incívicos vecinos les sirva al menos para ahuyentar las segundas, dado que a los primeros tenemos hoy que agarrarnos más que nunca. En cualquier caso, no tiréis los colchones en la calle. No seáis cochinos.


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