La noria

La vicealcaldesa Villacís quiere subirnos a la noria. No a la de sus opiniones, no. A una noria de verdad, una mayor que el London Eye y mucho más que la famosa del Prater vienés. La noria de Villacís sería una atracción turística y «cultural», se elevaría 160 metros y se instalaría en Madrid Río, que serviría así de «refugio de lo que el populismo expulsa». Se conoce que el populismo, que siempre fue de “pan y circo”, no es de norias –en realidad, ya ni siquiera es de circo–.

Los más coñones dicen que la noria serviría al fin para poder ver el cielo de Madrid Central, pero qué quieren. A mí estas cosas con su toque kitsch reconozco que me gustan. Es ver una noria y querer subirme a ella, y no me importaría que finalmente la pusieran, aunque algunos dirán que igual habría que limpiar antes las cacas de perro o arreglar otras cosas más perentorias. Ya saben. Esto es como lo de izar banderas en las plazas o pintar ripios en los pasos de cebra: despilfarros o no, según y de dónde vengan.

En su afán por perpetuarse, los políticos suelen volverse audaces en sus propuestas con la idea de dejar huella de su mandato. Gallardón lo hizo con sus túneles, porque no supo con las Olimpiadas; Carmena quería desintoxicarnos y un Buda gigante, y ahora el tándem Almeida-Villacís quiere una noria. Pero no una cualquiera, ojo, la más grande de Europa.

Y me da rabia, pero debo recordar que para arrebatar el título de «mejor alcalde de Madrid» habría que superar a un rey que nos puso la Puerta de Alcalá, el Jardín Botánico y hasta el Museo del Prado, por no hablar del alcantarillado o la iluminación pública. Visto así, la noria se me antojaría escaso bagaje.

Por ello, me permito regalarles una propuesta más ambiciosa. Hace unos años, un arquitecto me explicó un proyecto para construir precisamente en Madrid Río un arco de 300 metros de altura nada menos, un bicho como salido de La Guerra de los mundos, pero rematado por una esfera-mirador donde iría un restaurante, y que descubriría un paisaje esplendoroso en línea recta por Bailén-Mayor-Alcalá, que abarcaría toda la ciudad. Cuando le pregunté si no le pitaban los oídos solo con plantearlo, me dijo: «Es algo que dará personalidad a la ciudad, no un hierro (sic) como la Torre Eiffel». Esa es la actitud, vicealcaldesa. Coja ese cangilón.


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