Salvadores de perros

En España tenemos un déficit público galopante, una energía carísima que escasea y más cosas que nos van a faltar, pero lo que no nos faltan nunca son salvadores. Salvadores tenemos para regalar. Cada mañana, los salvadores de nuestras almas y nuestros cuerpos se suben al estrado, al micrófono o a la columna, y desde ahí nos sermonean por nuestro bien. Dúchate con agua fría y vivirás más tiempo, no dejes ver a tus hijos anuncios de Tigretón o se volverán adictos a las grasas saturadas, no pongas tantas lavadoras y come menos carne o el planeta perecerá. Y así cada día.

Pero los salvadores no sólo se ocupan de redimir a sus semejantes. Qué va. La legión se multiplica si añadimos a quienes no tienen más misión vital que salvar al mundo animal al completo. Sin arca, sólo con sus índices acusadores. Recientemente, una Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales se jactaba en sus redes sociales de haber logrado que el Ayuntamiento de Barcelona “decomisara” a Boika, “el perro de las gafas y el sombrero”, tras denunciar que estaba “explotado por mendicidad”. Se jactaba, vaya, de haberle quitado el perro a un mendigo. Que además iba en silla de ruedas –el mendigo, no el perro–.

La tal Fundación ya la había tomado unos días antes con Masterchef, al que pedía que dejase de utilizar “animales vivos como cuerpos identificables” o bien “despellejados” o “hechos pedazos”, para “no normalizar actos de crueldad hacia los animales” –recuerden que se trata de un concurso de cocina–. Por supuesto, recomendaba a Televisión Española que cambiase esas prácticas y “apueste” por incluir en sus pruebas recetas a base de tofu, seitán, tempeh y otras proteínas de origen vegetal, porque se conoce que ese acto de crueldad sí está tolerado.

Volviendo a Boika, algún tuitero advertía de que el perro era robado, otro concluía que los disfraces “no se habían creado” para los animales, y un último elogiaba la paciencia del cánido, que no sólo se conformaba con la “humillante” vestimenta, sino que incluso se veía “obligado” a ir atado. El animal, por lo visto en la foto, parecía bien alimentado y tranquilo junto a su dueño, y ahora andará con toda seguridad en una perrera, salvado ya de su minusválido “explotador”, y a expensas de un futuro poco halagüeño. ¿Y el mendigo? Más solo, deberá esperar al siguiente que le salve. O lo decomise. 

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