El comedor social que atiende a más de 100 personas al día en Chamberí

Está ubicado desde hace un siglo en Santa Engracia, 11


“La base de nuestro acompañamiento es la adaptación de los servicios que ofrecemos a las necesidades concretas de cada persona acompañada. Es imprescindible escuchar a las personas y adaptar cada intervención al contexto y momento vital de cada una de ellas”. Así describen su labor desde la Fundación Luz Casanova, en el Centro de Día-Comedor Social ubicado en la calle de Santa Engracia, 11.

Precisamente en esa misma dirección, en 1924, la congregación Apostólicas del Corazón de Jesús abrió su casa fundacional y, desde entonces, se ha mantenido como un lugar de acogida para las personas más vulnerables. A lo largo de los años, este espacio ha sido escenario de diversos proyectos sociales: comedor, albergue, dispensario médico, entre otros. Desde 2024, el edificio está inmerso en un proceso de rehabilitación integral, con el objetivo de modernizar las instalaciones y adaptarlas a las necesidades actuales. Aunque las obras han obligado a reducir la capacidad de atención, el Centro de Día-Comedor Social no ha cerrado ni un solo día. Actualmente, atiende a una media diaria de 105 personas en situación de vulnerabilidad.

Además, los profesionales de la Fundación Luz Casanova explican que en los últimos años el perfil de las personas usuarias ha experimentado cambios: “Han aumentado su presencia las mujeres y las personas jóvenes menores de 30 años. Estos dos grupos se unen a perfiles ya habituales del recurso, como personas en situación de vulnerabilidad crónica, personas migrantes con escasa red de apoyo, trabajadores empobrecidos... La situación de dificultad generalizada en el acceso a la vivienda es el factor común en estas personas”.

Garantizar necesidades básicas

Los servicios ofrecidos en el comedor social cubren las necesidades más básicas, desde una perspectiva centrada en la dignidad, y los 365 días del año se proporciona desayuno, comida, ducha, lavandería, taquillas y otros recursos, adaptándose a la situación de cada persona.

“En el centro de día, que camina paralelamente a los servicios de cobertura de necesidades básicas, ofrecemos un espacio seguro, donde las personas pueden participar e iniciar procesos de recuperación con el acompañamiento de profesionales”, añaden. En este espacio se proponen actividades grupales, talleres, deporte, ocio, además de atención individual y grupal por parte de profesionales. También cuenta con un área de capacitación prelaboral, desde la formación, hasta el acompañamiento personalizado en la búsqueda de empleo o el desarrollo de habilidades personales.

Cómo acceder al recurso

Para acceder al Centro de Día-Comedor Social, cada martes a las 9:00 de la mañana se abre un sistema de registro semanal. “Toda persona que hace uso de nuestros servicios es valorada por una trabajadora social colegiada, que se convierte en su profesional de referencia; de manera conjunta, junto con la persona beneficiaria, se diseña un plan de intervención, la asignación de apoyos y servicios…”, detallan. Igualmente, se puede acceder a través de derivaciones de otras entidades sociales, tanto públicas como privadas, en función de la capacidad operativa.

Asimismo, la atención prestada en estos recursos se ha ido fortaleciendo con un equipo cada vez más especializado. Además de trabajadoras sociales y profesionales del ámbito psicosocial, en Luz Casanova se han incorporado perfiles, como el de los “trabajadores expertos por experiencia”: “Son personas que han vivido situaciones de exclusión, vulnerabilidad o dificultades sociales y que, a partir de esa vivencia, se han formado y trabajan en ámbitos sociales, añadiendo un plus en el acompañamiento”.

En cuanto al sostenimiento del Centro de Día-Comedor Social, se realiza en gran parte mediante la financiación pública, principalmente de la Administración local y autonómica. “Sin embargo, esta no cubre la totalidad de los costes de los proyectos. Más del 90 % de nuestro presupuesto depende de convocatorias anuales, que implica una precarización e inestabilidad del sistema de protección, que ofrecen las entidades del tercer sector. En esta situación, buscamos colaboraciones con empresas privadas, organizaciones, donativos…, pero la balanza no llega a estar equilibrada”, finalizan.


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