La Residencia de Señoritas, historia de unas mujeres pioneras

Acogió a las españolas más relevantes del primer tercio del XX


Una pensión en Carretas fue el alojamiento de María de Maeztu a su llegada a Madrid, donde cursaría el doctorado a finales de la primera década del siglo pasado. Lo recuerda en una entrevista: “Allí no había modo de estudiar. Voces, riñas, chinches, discusiones y los constantes ruidos de la calle me impedían dedicarme al trabajo. Comprendí que no habría muchacha de provincias que se decidiera a venir a costa de aquello, y se me ocurrió que a las futuras intelectuales había que proporcionarles un hogar limpio, cómodo, cordial y barato, semejante a los que ya funcionaban en el extranjero”.

La capital comenzaba a atraer estudiantes de toda la geografía española, lo que empezó a generar unas necesidades advertidas por la Junta para la Ampliación de Estudios, creada en 1907 en el marco de la Institución Libre de Enseñanza para promover la investigación y la educación científica. En 1910 funda la Residencia de Estudiantes, “hermana mayor” de la de Señoritas, que habría de nacer poco después, toda vez que el acceso de las mujeres a la enseñanza superior comenzaba a desarrollarse, y se precisaban espacios “dignos” para alojar a quienes venían a estudiar desde otras provincias.

El crecimiento de la Residencia masculina provocó su mudanza en 1915 a la nueva sede de los Altos del Hipódromo, dejando vacíos sus “hotelitos” en la calle de Fortuny, dos de los cuales serían aprovechados para el nuevo proyecto de Residencia de Señoritas, que abriría sus puertas ese mismo octubre. El propósito era asemejarse a los colleges universitarios femeninos anglosajones, proporcionando no solo alojamiento sino también conformando un núcleo académico y cultural que ofreciera formación complementaria, veladas artísticas y conferencias con destacados intelectuales.

Al frente de ella se puso María de Maeztu, su gran impulsora y espejo donde se miraron las residentes, entre las que cabe citar a Victoria Kent, la abogada Matilde Huici o la periodista Josefina Carabias. Casi la totalidad de mujeres que destacaron en la sociedad del primer tercio del XX en España tuvieron relación con la Residencia, ya fuera como huéspedes, profesoras – María Goyri, María Zambrano o Maruja Mallo, entre ellas– o bien por participar en sus actividades, como Zenobia Camprubí, Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, Clara Campoamor o Concha Méndez.

Crecimiento fulgurante

Al igual que la masculina, la Residencia de Señoritas crecería rápidamente, pasando de las tres alumnas del inicio a cerca de un centenar en el tercer curso, lo que obligó a ampliar sus espacios. Para ello iba a contar con la colaboración del International Institute for Girls in Spain, una entidad estadounidense dedicada también a la educación femenina y que proporcionaría instalaciones y personal para la Residencia.

El Instituto Internacional disponía de dos edificios junto a los hotelitos: un palacete en Miguel Ángel, 8, denominado Memorial Hall –en recuerdo de su fundadora, Alice Gordon Gulick– que también albergaría el Instituto Escuela y donde la propia Maeztu había dado clases; y otro en Fortuny, 53, que pasados los años acabaría adquiriendo la propia Residencia.

En cuanto al de Miguel Ángel, el Instituto americano lo cedió en 1928 por un precio casi simbólico, y la dirección, secretaría y clases se trasladarían a este edificio, que contaba además con una magnífica biblioteca y un paraninfo para conferencias. Tan imponente era –es– su fachada, que cuentan que un día acudió Emilia Pardo Bazán a dar una conferencia y, al llegar, le dijo al cochero: “No puede ser aquí, es demasiado elegante para ser un colegio”.

No obstante la ampliación, las solicitudes continuaban superando con mucho las plazas vacantes, y en 1932 se construye un nuevo pabellón anexo, diseñado por Carlos Arniches en el antiguo Paseo del Obelisco, hoy General Martínez Campos. Costó 270.000 pesetas que fueron costeados por la propia Residencia, y contaba con 40 dormitorios distribuidos por cuatro plantas y un semisótano de servicios.

El edificio, en forma de L y uno de los más significativos de la arquitectura racionalista en España, fue abandonado en 1975 tras marcharse el posterior colegio mayor a la Ciudad Universitaria, y se recuperó ya durante la democracia junto al de Fortuny, 53 como sede de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón.

Poco antes de iniciarse la Guerra Civil, la Residencia de Señoritas ocupaba 12 edificios y tenía capacidad para 265 alumnas. En la actualidad, sólo perduran los inmuebles de Miguel Ángel, 8, Fortuny, 53 y el pabellón Arniches, todos ellos declarados Bien de Interés Cultural.

Formación y agenda lúdica

Para completar la formación académica de las jóvenes, la Residencia ofreció desde el primer momento clases teóricas y prácticas complementarias y de apoyo, incluyendo materias entonces novedosas como inglés, bailes rítmicos o química práctica. Desde 1920, el espacio contó con el llamado laboratorio Foster, donde trabajarían científicas españolas y cuyas prácticas alcanzarían gran prestigio. Para entonces, Farmacia y Ciencias Químicas se habían convertido en las carreras más demandadas, superando la inicial decantación por el Magisterio.

Pero junto a la formación, la Residencia pretendía ofrecer a sus alumnas un “hogar espiritual rodeado de benéficos influjos”, fomentando la “civilidad” y los buenos modales. Para ello, se organizaba una agenda lúdica que incluía visitas y paseos dominicales por museos y palacios de Madrid, o bien por El Pardo y la Dehesa de la Villa.

Durante el año se celebraban varias fiestas, a comienzo y final de curso, y también en carnaval. Se trataba de un baile con el que se prolongaba el té impuesto a media tarde por Maeztu, que no obstante contaba con estrictas reglas: todas las chicas debían dar cuenta en Secretaría de la procedencia, domicilio, profesión y estudios de sus invitados, además de disponer de un permiso por escrito de padres y tutores.

Las residentes practicaban asimismo deportes como hockey, atletismo, natación o tenis, y célebres fueron los conciertos, veladas literarias y conferencias que se impartieron en su paraninfo. Por allí pasaron, entre otros, Azorín, Baroja, Unamuno, Pedro Salinas, Ortega, Eugenio D’Ors, Rafael Alberti o Lorca, cuya charla sobre ‘Poeta en Nueva York’ fue todo un acontecimiento. Por supuesto, también grandes mujeres: Clara Campoamor, Victoria Kent, Gabriela Mistral, Victoria Ocampo o María Montessori, entre ellas.

Sus instalaciones también fueron visitadas por el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, y en 1931 se alojó Marie Curie durante su visita a Madrid, donde había acudido a presidir unas conferencias en la Residencia de Estudiantes.

La Guerra Civil. Disolución y archivo

Todo, sin embargo, saltaría por los aires con la irrupción de la Guerra Civil, que supondría la transformación inmediata y definitiva del proyecto. Al estallar en verano, la mayoría de alumnas estaban de vacaciones, y las que quedaban fueron desalojadas y ocupados los edificios como hospital y sede de la enfermería de la Brigada 68. Todos salvo el de Miguel Ángel, propiedad del Instituto Internacional y reclamado por la Embajada estadounidense, que lo usaría como almacén.

En septiembre de 1936, María de Maeztu dimite y se exilia, y las residentes son evacuadas a Valencia, donde se intenta reconstruir la institución, que ya no volvería a levantar el vuelo. Finalizada la contienda, la Junta para la Ampliación de Estudios se disuelve y la Residencia se transforma en el Colegio Mayor Teresa de Cepeda –posteriormente, Santa Teresa de Jesús–. Matilde Marquina, mujer de confianza de Pilar Primo de Rivera, sería su nueva directora, y en 1940 se inaugura con una misa, demostrando de que comenzaban otros tiempos. El nuevo centro entroncaría con la Sección Femenina de Falange y trató de adecuar el discurso de la feminidad al nuevo contexto de la Dictadura.

El Instituto Internacional albergaría durante un tiempo el Colegio-Estudio, y, ya en los 70, el colegio mayor se trasladaría a la Ciudad Universitaria, dejando abandonados los antiguos edificios. En la década de los 80, una carambola haría que la estudiante del colegio mayor Alicia Moreno conociera la existencia del archivo de la Residencia de Señoritas, que según un rumor había sido escondido en el sótano de uno de los antiguos edificios por Eulalia Lapresta, mano derecha de María de Maeztu, ante el peligro de que la nueva dirección lo destruyera.

La estudiante acudió junto con el profesor Vicente Cacho Viu, donde descubrieron, tiradas por el suelo, cartas de la fundadora, como explica el libro Ni convento ni college. La residencia de Señoritas. Moreno sería la encargada de catalogar durante tres años toda la documentación, que se conservó en su práctica integridad, y que en la actualidad mantiene en depósito la Fundación Ortega-Marañón, cuya sede se ubica en los edificios de Fortuny y Arniches. En la actualidad, el primero se encuentra rematando unos trabajos de rehabilitación que han durado tres años, y el segundo aguarda su reforma.

El archivo de la Residencia de Señoritas, cerrado temporalmente al público debido a las obras, constituye un valioso tesoro que ha permitido y permitirá conocer más sobre una iniciativa trascendental en la historia de la educación en España, y que catapultó a un modelo de mujer profesional e independiente hasta entonces desconocido. Como señaló Josefina Carabias en una entrevista con la fundadora, “la Residencia fue la causa y no la consecuencia de que tantas mujeres acudieran a la universidad esos años”. Todo un logro conseguido, además –como señalaría Maeztu en otra entrevista–, “ante la sorpresa de ministros del ramo que no acababan de admitir, como me habían pronosticado, el ver tantas mujeres juntas sin reñir ni pelearse”. 

María de Maeztu, ‘alma’ de la Residencia

La relevancia de la Residencia de Señoritas no se explica sin su directora, María de Maeztu y Whitney (Vitoria, 1881- Mar del Plata, 1948), mujer excepcional para su época, por formación y trayectoria. Esta especialista en cuestiones pedagógicas, discípula de Ortega y Gasset –“la mujer más capaz de intelecto y corazón que conozco”– se codeó con la intelectualidad del momento y viajó por medio mundo para conocer los nuevos métodos de enseñanza. El perfil encajaba como un guante para dirigir una institución como la que se estaba forjando, a la que se entregaría en cuerpo y alma, haciendo de ella su casa e impulsándola desde unos orígenes modestos hasta convertirla en una entidad cosmopolita y abierta.

Gran oradora, pronuncia conferencias por toda España y en 1919 acude a EE UU para buscar cooperación con el Instituto Internacional. Fue nombrada miembro titular de la Hispanic Society of America y doctora honoris causa por el Smith College en Massachusetts. También viaja por diversos países europeos y americanos y en 1926 promueve junto a otras mujeres el Lyceum Club Femenino, un círculo de reunión cuya presidencia ostentó y que estaba relacionado estrechamente con la Residencia. También dirigió la Sección Preparatoria del Instituto Escuela y fue diputada de la Asamblea Nacional, designada por Primo de Rivera, participando en la sección de educación.

Como gran pionera, brilló en el terreno de la pedagogía y en la mejora de la condición femenina, y fue una de las primeras mujeres dedicadas a la docencia universitaria. Durante la Guerra Civil, Ramiro, su hermano predilecto, fue ejecutado en Paracuellos del Jarama, momento que marcó su vida. Abandonó España en dirección a Argentina, donde pensaba emular la Residencia, pero otro cambio político se cruza en su intento. Desempeña entonces diversas cátedras y a su regreso a España trata de recuperar su “obra”. No fue posible. En su testamento vital, dejó escrito: “No considero como enemigos míos más que a los que impidieron y estorbaron el que volviese a ocupar mi puesto en España. Que hacen a España fomentando la incultura, el mal irreparable que a mí me hicieron impidiendo la prosecución de mi obra educativa”.

Fotos B/N: Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón (Madrid). 



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