Viviendo con Enfermedad Inflamatoria Intestinal. La realidad invisible

El pasado 19 de mayo se celebró el Día Mundial de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII). Pero ¿en qué consiste esta enfermedad? ¿Qué limitaciones tiene? ¿A qué grupo poblacional afecta principalmente?

Es una enfermedad digestiva, inmunomediada y crónica, que engloba dos enfermedades: la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn. Ambas tienen rasgos en común y distinciones importantes. La enfermedad de Crohn provoca inflamación a lo largo de toda la mucosa del tracto digestivo, desde la boca hasta el ano. En cambio, la colitis ulcerosa queda delimitada al intestino grueso. Ambas alteran la capacidad de absorción de nutrientes.

La EII cursa a modo de brotes, por lo que el paciente tendrá periodos de mayor actividad inflamatoria, así como de remisión. Actualmente no existe tratamiento curativo, pero sí se dispone de tratamiento sintomático para disminuir la inflamación, mejorar y modular la respuesta inmunológica y por ende mejorar la calidad de vida. Existen opciones quirúrgicas en aquellos casos donde la opción farmacológica fracasa, siendo la resección intestinal y la formación de ostomías una alternativa quirúrgica frecuente. 

La EII suele debutar en pacientes jóvenes menores de 30 años. Personas que por su momento vital están en pleno auge de actividad laboral y personal, y ven mermada su calidad de vida limitándola y condicionándola por siempre. La idea de afrontar una enfermedad de estas características a una edad tan temprana no es fácil, ya que lo que empezó como un simple dolor de tripa o un leve sangrado en las deposiciones, viene para quedarse, llenando de miedos e incertidumbre el día a día.

Es una enfermedad física, pero silente, invisible a ojos ajenos. Un día puede que te noten cansado, igual más ojeroso, menos participativo… Pero sólo quien lo padece convive con aquello que no se ve: anemia, dolor abdominal, sangrado, urgencia deposicional... La incertidumbre en frecuencia y duración de los brotes, así como el miedo a una intervención quirúrgica, conviven con el paciente, afectándole no sólo a nivel físico, sino a nivel psicológico y emocional.

Vivir con una EII implica un aprendizaje continuo. Es fundamental que la persona que la padece conozca la patología y se involucre en el autocuidado, siga el tratamiento pautado y adopte hábitos de vida saludables, como pueden ser alimentación sana y equilibrada, ejercicio físico, así como la deshabituación tabáquica si fuera el caso. Como en cualquier patología crónica, la correcta vacunación toma un papel esencial en la prevención de complicaciones, ya que muchos de los tratamientos existentes provocan algún tipo de inmunosupresión, que acentúa la vulnerabilidad del paciente.

La detección y el diagnóstico desde la atención primaria y a nivel hospitalario, el acompañamiento y toma de decisiones conjunta del paciente y profesional sanitario hacen que el camino que comienza tras el diagnóstico sea más sencillo y se pueda dar solución de forma precoz a los problemas que vayan surgiendo.

Existe una gran red de apoyo y asociaciones, con distintos servicios orientados a tratar aspectos psicológicos, clarificar dudas y acompañar en la evolución de la enfermedad. Si has sido diagnosticado y te encuentras perdido, no dudes en consultar a tu personal sanitario de referencia.

Raúl Sandoval Barahona
Enfermero
Centro de Salud Eloy Gonzalo

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