Mayores, no idiotas

La última vez que me sobrepuse a la inmensa pereza y acudí a una oficina bancaria fue en aquellos tiempos en los que había más sucursales que hamburgueserías y kebabs juntos, y en los que la atención en ventanilla era, en términos de cordialidad, como si al empleado de la entidad le hubieran formado Vladimir Putin y Fernando Fernán-Gómez después de pasar tres noches sin dormir. ¡Qué tiempos en los que te atendían en las sucursales gruñendo y de mala gana, pero al menos te atendían!

Eso debió de pensar Carlos, el valenciano de 78 años que ha puesto de moda la frase “Soy mayor, no idiota”, para reclamar un trato más humano en las oficinas bancarias, harto de que le “humillen” por pedir ayuda para realizar los trámites digitales, que hoy son ya todos. “No nos entendemos con las máquinas y no nos merecemos esta exclusión”, añade. Aunque algo sí entiende, porque la petición de recogida de firmas virtuales que ha lanzado se acerca ya a las 600.000 rúbricas, y el jubilado ha aparecido en todas las televisiones, radios y periódicos del país.

Los bancos, por el momento, no contestan, que eso también es algo cada vez más habitual. En todo caso, al entrar en tu cuenta corriente a través de la banca online aparece la cara de una chica a la que no conoces de nada –y que es probable que no exista– para chatear contigo. Curiosamente, es la misma chica que también te pregunta desde la web del Ikea o del Decathlon.

¿Acaso las entidades bancarias siguen siendo esas máquinas insensibles de hacer dinero? ¿Es que no les gustan los mayores, como a Becky G? No lo descartemos, pese a que hoy en día todos los bancos cuentan con sus propias fundaciones y oenegés de estudios donde gastan cientos de miles de euros en preocuparse mucho por todo –y anunciar su preocupación–: desde la sostenibilidad al cambio climático, pasando por las ballenas... la órdiga.

Hasta Ana Patricia Botín, presidenta del Grupo Santander, se presenta como una mujer muy concernida por el futuro del planeta y por “the people”. ¿Cómo no les van a importar sus clientes más antiguos? Si una de esas rumbosas fundaciones cuenta incluso con un programa “para acompañar a las personas mayores en su crecimiento personal”:

Levántese de la silla de ruedas, Julián, que le voy a ayudar a crecer. Ah, que lo que quiere es pagar un recibo. Eso en el cajero. Salga afuera y espere la cola.


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