Ñete: “Los Reyes Magos me trajeron un tambor: volví locos a mis padres, pero fue una bendición”

Antonio Martín Caruana, ‘Ñete’, músico y batería de Nacha Pop y de otros grandes grupos


Fue el batería de Nacha Pop durante sus años dorados, y ha tocado con algunos de los grandes músicos surgidos en los años 80, desde Los Secretos, La Mode o La Frontera, hasta Joaquín Sabina. A sus 71 años, sin soltar las baquetas, compagina sus ensayos con la promoción de la Sociedad Española de Derechos de Autor (SEDA), una alternativa que surge contra el “monopolio de hecho” de la SGAE, explica Manuel Recio, Patacho, guitarrista de Glutamato Ye-Ye, que acompaña a Ñete en esta entrevista.

¿Qué diferencia a SEDA?

SEDA nace limpia de corrupción, con unos costes muy inferiores y una transparencia absoluta. Defendemos los derechos económicos, morales y legales de los autores. Hasta ahora, la mayoría de los músicos entendían que el derecho de autor es un aguinaldo que te llegaba de vez en cuando –a algunos no les llegaba nunca–, y no es cierto: es salario de un trabajo. Pero los músicos no estamos muy pendientes de esto, por pereza o miedo. Yo empecé con 14 años y tengo ya 71, pero colaboro poniendo mi granito de arena para mejorar el oficio, que los que vienen tengan más información.

Lo tuyo ha sido siempre la batería…

Empecé de pequeñito pegando golpes a las mesas, que mi madre acabó hasta el gorro. Luego los Reyes Magos me trajeron un tambor, un error de mis padres, porque les volví locos, pero para mí, una bendición. A mí nunca me ha salido un trabajo que no fuera en la música, y me he dejado llevar. Desde aquel tambor, hasta hoy.

Tampoco tuviste una formación musical reglada…

Yo me hago mis propias partituras con signos, pero no sé solfeo. Toco como toco, nadie me ha enseñado. Me he fijado en los que me gustaban y he aprendido de ellos, pero nadie me ha dicho esto tiene que ser así. Y no me ha ido mal.

Empezaste en los años 70 con rock & roll en Zapatón.

Sí, con Toni Luz, guitarrista de Pekenikes y marido de Karina. Ahí perdí mi virginidad a nivel profesional. Ya sabía que la música sería lo mío. A mi padre, que era abogado del Estado, le parecía bien mientras siguiera estudiando, pero al final dejé los estudios, porque me di cuenta de que era delincuente, no abogado. Se lo tomaron bien. Mis padres tocaban el piano y la música era habitual en mi casa.

¿Cómo surgió la posibilidad de Nacha Pop?

Yo conocía a Antonio Vega, porque teníamos amigos comunes de Fuengirola, Navacerrada… éramos los pijos de aquella época. Tuve un problema físico y me fui a Ibiza para quitarme de en medio, y dejé a Antonio un amplificador. Pero yo estaba a dos velas, así que le llamé por si lo había vendido, y me dijo: ‘Ñete, no sabrás de un batería, que estamos buscando…’, y le dije: yo. Cogí un barco y me vine.

¿Cómo fue aquel tiempo con uno de los grupos más emblemáticos de la Movida?

Al principio éramos cuatro chavales encantados con la música, satisfechos con lo que hacíamos. A todos nos gustaba lo que hacía el resto… había un pegamento.

¿Os llevabais bien con el resto de grupos?

Había algunas suspicacias, pero en general bien. Yo lo achaco a las tonterías que tienes a los 20-25 años. Este es un oficio que a veces coge mucha velocidad, y vas con el tupé demasiado para atrás, y puedes equivocarte, pero en general nos llevamos bien. No me he pegado nunca con nadie.

¿Ensayabais en los locales de Tablada?

Entonces íbamos más a General Perón, 14. Era un garaje donde habían fabricado unos locales bastante bien acondicionados, salvo que no tenían aire y eran hornos. Esto era en 1980. También estaban por allí Los Secretos, Glutamato, Olé-Olé, Objetivo Birmania… por allí pasó todo cristo. Eran un poco más de babosos, y Tablada, algo más de rockeros.

Te marchaste de Nacha Pop tres años antes de su disolución.

Sí, al final me llevé una decepción gorda. Antonio fue mi colega y jamás hablaré mal de él, pero tenía un problema muy serio, y yo para echarle una mano quizá forcé la situación: o cambiamos o me voy. Fue imposible, porque el problema mandaba más. Cuando empezamos a grabar ‘Dibujos animados’, hubo un cambio de actitud. Con sus canciones muy bien, pero en lo demás se dejaba llevar, pasaba. Entonces teníamos un productor, un impresentable al que le traía sin cuidado cómo sonaba aquello, y yo vi ese ambiente y dije: éste no es mi grupo, así que lo grabé y después ya no pintaba mucho allí. Tengo una buena relación con Nacha en general, las cosas buenas vencen a lo malo, les aprecio, pero Antonio ha sido mi amigo.

¿Qué fue la Movida? ¿Está sobrevalorada, como dice alguno?

Quienes dicen que no fue nada, cuántos años tienen. De 40 años de Franco y traje gris a ponerte una chupa de cuero, o a ver un tío con un cresta de un palmo de ocho colores por la calle y que no pasara nada… algo hubo ahí para que no hubiera represalias. Hablamos de aquello porque fue un cambio social serio y sí, también fue un divertimiento, pero ese descaro originó un desarrollo cultural, de cine, pintura… un paso adelante gordo. Yo no tengo que darle importancia porque ya la tiene. Vienes de Franco y te encuentras con Alaska, Almodovar, Ceseepe…

Dejas Nacha Pop y empiezas a tocar con muchos grupos, pero sin atarte a ninguno.

Tengo 547 canciones grabadas con diferentes grupos. Tras Nacha estuve una temporada con Derribos Arias… yo me cargué Derribos, el grupo de Poch, que era un señor con una enfermedad terminal conocida, y su comportamiento por la vida era ‘me trae todo sin cuidado’. Componía las letras en los billetes de metro, era lo siguiente a la anarquía. Yo le puse orden a un grupo que era el desorden, y por eso creo que me lo cargué. Luego estuve con La Mode, que llevaba toda la percusión programada, y yo tenía que tocar con claqueta y cascos por primera vez, y fue lo mejor que me ha pasado. Después he estado con La Frontera, Los Secretos, Toreros Muertos, Joaquín Sabina o Los Romeos, con los que me lo pasé muy bien. Éramos cuatro camioneros y una lolita.

Has grabado hasta uno de los hits de Emilio Aragón…

Una madrugada me encontré con Emilio Aragón, con quien tenía amistad, porque de jóvenes él, su hermana Rita, Antonio y yo habíamos montado la obra Gospel, y me dijo: ‘Ñete, hazme un favor, grábame unas baterías’, y yo le grabé cuatro temas sin preocuparme mucho. Meses más tarde, me dice un técnico: ‘Oye, Ñete, ¿tú has grabado ‘Te huelen los pies’? Ni me había dado cuenta.

¿Qué relación tienes con Chamberí?

Desde los tres años viví en Fernando VI, encima de la pastelería La Duquesita, pero los baterías también nos emancipamos, así que me fui a vivir con mi mujer a Luchana. Después me he venido a Cardenal Cisneros, pero desde pequeño íbamos a Olavide con los amigos, los perros, los porros… la vida. Desde la ventana de un amigo en Trafalgar vimos el derribo del Mercado de Olavide, que era precioso.



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