Vuelta al cole: los cambios de la nueva Ley de Educación

El curso 22/23 arranca con novedades por la ‘Ley Celaá’


El nuevo curso escolar comienza con nueva ley educativa, cuyos cambios comenzarán a implantarse este año en los cursos impares. Así, ‘Chamberí 30 días’ se ha puesto en contacto con jefaturas de estudio de Secundaria para conocer de la mano de quienes van a implementar estos cambios, el impacto que causarán las modificaciones que acompañan a la nueva Ley de Educación.

Lo primero que destaca en esta ley es un intento de potenciar los hábitos de vida saludables y un esfuerzo por combatir el sedentarismo en los más jóvenes, aumentando el número de clases de educación física.  Para ello, se reducirá en una hora las clases de biología en 3º de la ESO, y desaparecerá totalmente la formación tecnológica en 1º de la ESO.

Hasta ahora, los estudiantes de 2º y 3º de la ESO con más dificultades de aprendizaje contaban con el PMAR, siglas del Programa para la Mejora del Rendimiento Académico, que ocupaba 20 de las 30 horas lectivas de estos alumnos. El PMAR ofrecía dos líneas de aprendizaje, una en el ámbito científico y la otra en el ámbito sociolingüístico. Este programa desaparece y se implanta un programa que se denomina “Diversificación Curricular”, que se impartirá en grupos de 12 a 15 alumnos en los niveles educativos de 3º y 4º de la ESO. Este programa aporta una gran ventaja a aquellos alumnos con dificultades de aprendizaje, ya que podrán titular directamente desde él, a diferencia del PMAR que, al llegar a 4º de la ESO, tenían que obtener su título en el programa ordinario.

A partir de este curso se abre la posibilidad de que los alumnos que hayan terminado 2º de la ESO, y que tengan entre 15 y 17 años, puedan acceder a la Formación Profesional Básica sin restricciones.

El Bachillerato cambia. Además de las habituales ramas de Ciencias y Letras, se crea un nuevo itinerario “General”, pensado para aquellos que van a realizar estudios de profesiones que no requieran conocimientos científicos o formación especializada en áreas lingüísticas y humanísticas.

Una de las mayores novedades es la posibilidad de obtener el título de Bachillerato con una asignatura suspensa, siempre que no exista abandono de esa asignatura por parte del alumno, que la nota media del curso sea como mínimo de aprobado y que dos tercios de los profesores que conforman la junta de evaluación den su conformidad. 

Finalmente, la ESO pasa de tener dos convocatorias de examen, una ordinaria en la primera semana de junio y una extraordinaria en la tercera semana del mismo mes, a tener una única convocatoria final en la tercera semana.

Sin embargo, todos estos cambios no entran de lleno en lo que, en opinión de las fuentes consultadas por este periódico, es cada día más necesario: una reforma en profundidad de los contenidos académicos de la ESO y el Bachillerato, y un cambio en la metodología de enseñanza para dar respuesta a las necesidades reales de los alumnos del siglo XXI.


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