De Olavide a Ponzano

A mediados de los años 90 vecinos y Junta Municipal estaban de acuerdo: el aspecto de la Plaza de Olavide era del todo mejorable. Los primeros llevaban años empujando para que el Ayuntamiento reformara el espacio poco vistoso y menos funcional que había dejado la prehistórica remodelación que sirvió para construir el aparcamiento subterráneo, y la Junta Municipal de Chamberí les dio la oportunidad de colaborar en dicha mejora. Una oportunidad que los vecinos no desaprovecharon: tras un minucioso trabajo de campo, encargaron a un relevante arquitecto el diseño de una nueva plaza más habitable y pensada para los chamberileros, y así lo presentaron al concurso de ideas impulsado desde la Junta de Distrito. El entonces concejal-presidente, Luis Asúa, agradeció la labor, remitió el proyecto a los técnicos municipales del área correspondiente y la obra se comenzó en el año 2000… desoyendo la mayoría de las consideraciones del diseño vecinal.

Dos décadas después, el Ayuntamiento de Madrid ha anunciado que invertirá más de cinco millones de euros en una nueva reforma de Olavide que busca hacer más peatonal y “vivible” este enclave al que el ocio hostelero va arañando metros año tras año. ‘Chamberí 30 días’ ha hablado con uno de aquellos vecinos que impulsaron la reforma proyectada por el arquitecto Sarandeses, un chamberilero comprometido que alerta sobre no cometer los mismos errores que se llevaron a cabo entonces en este “espacio urbano de enorme importancia para la estancia y la diversión vecinal, especialmente de mayores y niños”.

Los trabajos, según el anuncio municipal, deberían comenzar en breve en Olavide, y al temor de cómo será el diseño definitivo del entorno se une la pésima experiencia de la actual rehabilitación de la calle de Ponzano, cuyas obras ha reflejado toda la prensa madrileña con calificativos de “gran chapuza” o “carajal”, que reflejan un descontento vecinal que este mes también llevamos a nuestras páginas. Como señalan desde la Asociación Vecinal El Organillo, las obras acumulan desde su inicio hace unos meses retrasos, fallos y desajustes insólitos en su ejecución, y han sumido en el estupor a los residentes y comerciantes de la vía.

Con todo, estas molestias podrían quedar en segundo plano cuando lo que subyace en el fondo de una reforma, que no entraba entre las principales demandas vecinales, es la cada vez más palpable sensación de que la obra se ha llevado a cabo con un propósito principal: el de ampliar las aceras para dar nuevo acomodo a las decenas de terrazas de hostelería que la nueva ZPAE ha obligado a retirar de las bandas de aparcamiento. En el último Pleno de distrito, el concejal-presidente de Chamberí, Javier Ramírez –principal valedor de la actuación, y responsable pues de su aciaga puesta en marcha– se desmarcaba de la polémica asegurando que a la Junta Municipal no había llegado ninguna petición de autorización de nuevas terrazas en Ponzano, pero cómo van a llegar –de momento– con la calle en la situación en que se encuentra. Aún tendrá alguna semana más para “darle hilo a la cometa” de la reforma, pero tarde o temprano se acabará viendo a quién beneficia la reforma de Ponzano, y quién la terminará sufriendo. Y las previsiones, a la vista de los antecedentes, no son optimistas.

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