Galileo y el debate ideológico

En apenas 15 días, el nuevo equipo de Gobierno municipal ha “desbloqueado” el proyecto de las Cocheras y desmantelado “Despacio Galileo”, esa trinchera experimental cavada por Manuela Carmena hace dos años para confrontar al vecindario.

No está mal –dirían algunos–, si no fuera porque el “desbloqueo” no era tal, sino que respondía simplemente a la burocratizada espera de unos informes procedentes de la Comunidad de Madrid para que el proyecto continuara su tramitación, aprobada dos veces por el anterior gobierno municipal.

Más repercusión ha tenido la inevitable reversión del tramo semipeatonalizado en Galileo. Probablemente, por la decisión torpe y un tanto ridícula del alcalde y la vicealcaldesa de acudir a fotografiarse y a fotografiar el desmontaje de maceteros y mobiliario urbano, como quien no quiere dejar pasar la oportunidad de inmortalizar un momento histórico. Curiosamente, en la víspera el alcalde José Luis Martínez-Almeida ironizaba sobre “el tiempo libre” que tenían los piquetes de Madrid Central.

La excursión provocó que durante varios días sobre “Despacio Galileo” se situara el foco mediático y la discusión entre quienes pensaban que las macetas eran la manera con la que Carmena se vengaba de los chamberileros y quienes se arañaban la cara como si se estuviera cubriendo con cemento una hectárea del Retiro. Hasta una ministra del Gobierno se permitió aventurar que quitar una decena de jardineras colocadas hace 24 meses en un tramo de 60 metros “dificultaba la calidad de vida de los vecinos”, desconocedora, por otro lado, de que su propio partido había apoyado por dos veces la reversión.

En cualquier caso tanto la sesión de photocall en Galileo como la polémica mediática tienen su explicación, y es que desde hacía tiempo el “experimento” se había convertido en una cuestión ideológica mucho más que en una “experiencia piloto de movilidad sostenible” y liberación de espacio para los vecinos. Ni la aprobación por parte de toda la oposición de sendas proposiciones contrarias a la actuación en los Plenos de Cibeles y de Chamberí, ni la recogida de tres mil firmas vecinales en contra sirvieron para que la alcaldesa enmendase una medida originalmente “táctica, no permanente”. Para entonces, “Despacio Galileo” ya había superado el análisis imparcial para instalarse en el debate político, con dos polos claramente diferenciados. Prueba de ello fue que la medida sirvió como catalizador del descontento de una parte del vecindario hacia el equipo de gobierno, precipitando la creación de una plataforma que ha sido durante los dos últimos años el azote del Gobierno de Carmena. Ni actuaciones como los carriles bici o la apreciable mejora del entorno de Olavide, siendo también criticados, generaron tanto rechazo como el nunca terminado de entender tramo de la discordia. Detrás de la explicación de por qué sí ocurrió en Galileo está también el motivo de acudir a fotografiarse junto a unos operarios retirando unas jardineras, como quien muestra finalmente la cabellera del adversario vencido.

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