De padres y días especiales

A los padres rara vez se nos pregunta nada y tampoco nadie nos ha preguntado esta vez qué nos parece que nos quiten nuestro día. El Día del Padre, coincidente desde hace 70 años en España con la festividad de San José, parece que no encaja ya en nuestra modernísima y sensible sociedad. Para evitar susceptibilidades y agobios a los infantes carentes de progenitor B o no gestante, a partir de ahora resultará más adecuado sustituir la celebración por el Día de la Persona Especial, que igual coincide que es tu padre como tu prima la de Socuéllamos, el barman o Enríquez Negreira.

Aunque celebrar al padre era una tradición yanqui de más de un siglo, la primera persona que lo pensó en España fue una mujer, la maestra Manuela Vicente. Lo hizo para compensar el recién instaurado Día de la Madre, uno de los muchos “inventos” de Pepín Fernández, fundador de Galerías Preciados y que acogió también con gusto, allá por los años 50, la iniciativa de Manuela.

La polémica tampoco da para mucho, y manejarla en los casos particulares será cosa de los profesores, ojalá todos con la empatía de aquella maestra de Vallecas. Por otra parte, en una sociedad donde se celebra el Día del Orgullo Zombi, el Día Mundial de la Croqueta o, mucho peor, el del Brócoli, no parece un problema grande mantener una festividad para el padre de la criatura, máxime cuando de eso no gana ya ni El Corte Inglés, y todo lo más provoca alguna rotura de stock en el pasillo de las manualidades del bazar oriental. Por otro lado, tampoco es cosa de derogar el Día de la Felicidad para no incomodar a los deprimidos, ni acordar que en los colegios murcianos o almerienses el Día Mundial del Agua se celebre el Día del Líquido Especial.

En esta pulsión por resignificar y renombrar las celebraciones, la Junta Municipal de Tetuán arrumbó durante la anterior legislatura el tradicional Día del Niño, cuya denominación dejaba “mucho que desear, al no tener un lenguaje inclusivo en su mismo nombre”, cambiado por la denominación Día de la Infancia, más acorde según el imperante esquema mental. Aquella vocal de Cultura no podía entender que celebrar esa abstracción de la “infancia” no tiene nada que ver con dedicar una jornada a “los niños”, como yo también ignoraba que durante décadas acudía a una fiesta exclusiva y patriarcal, de iniciación macha, y que las niñas que participaban no eran más que comparsas, cuando no directamente acopladas.


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