Padre Ángel: “Hay que sentir con el alma a la gente que sufre”

Su nombre es Ángel García Rodríguez, pero todo el mundo le conoce como el Padre Ángel, un sacerdote que nació en 1937 en Mieres (Asturias) y cuya vocación por hacer el bien y ayudar siempre a los más desfavorecidos le llevó a fundar Mensajeros de la Paz en 1962. Hoy en día, esta ONG ofrece actividades de manera altruista para niños, mujeres, mayores, personas sin recursos, que se sienten solas… y su ayuda llega a más de 50 países. Haciendo un hueco en su apretada agenda, el Padre Ángel concedió una entrevista a Chamberí 30 días, distrito en el que se abrió un restaurante social Robin Hood, en Bravo Murillo, 17, donde se dan cenas gratis a personas sin hogar. Otra muestra más de su enorme corazón.

Con un interior tan humano y altruista como el suyo, ¿se nace o se hace?

Uno lo duda, pero los genes, el haber nacido en el seno de una familia con un padre y una madre buenos ayuda mucho. Y después, por supuesto que se va haciendo también, aunque sí creo que hay personas que nacen buenas. En mi caso me atrevo a decir que me he hecho bueno, porque uno se tiene que ir moldeando y a mí me han ido haciendo bueno.

Asturiano, 82 años, ¿cuál fue el momento clave en su vida en el que se dijo a sí mismo que su vocación era ayudar a los demás?

Cuando de pequeño me preguntaban qué quería ser de mayor yo siempre decía cura, como el de mi pueblo que ayudaba mucho a la gente y le admiraba. Después, ya de mayor me influyó mucho leer la vida de Don Bosco, que trabajaba con leprosos y se contagió y sobre todo tuve el privilegio de que me mandaran a un hospicio a trabajar con niños sin padres y ahí, con 20 años, comenzaron las ganas de trabajar por un mundo mejor.

Y la idea de fundar Mensajeros de la Paz, ¿cuándo fue tomando forma en su cabeza?

Cuando salí de sacerdote con 24 años, otro compañero y yo quisimos fundar una asociación religiosa y fuimos a ver al cardenal Tarancón, quien nos aconsejó hacer una obra social civil y ahí nació esta ONG en octubre de 1961, aunque oficialmente se constituyó en 1962, hace ya 57 años.

La filosofía con la que nació esta ONG, ¿sigue intacta?

Sí, se mantiene intacta, aunque abarca más ámbito que en los inicios, ya que nació para ayudar a niños huérfanos y luego ampliamos esa ayuda a jóvenes, personas mayores, discapacitados, niños con enfermedades, mujeres maltratadas, refugiados, migrantes, iglesias abiertas las 24 horas en Madrid, Barcelona y México, restaurantes Robin Hood como el de Chamberí…

¿Alguna vez pensó que esta ONG podía tener la repercusión y la dimensión mundial que tiene actualmente?

No, habíamos nacido sólo para ayudar a niños, pero todo se fue complicando para bien y hoy estamos en más de 50 países, atendiendo a más de 60.000 personas en distintos lugares, preocupándonos especialmente por los más desfavorecidos, que suelen ser los niños y los ancianos y ahora también los refugiados, un tema sin resolver todavía.

Acaba usted de publicar el libro ‘Un mundo mejor es posible’, ¿de verdad cree que lo es?

El mundo de hoy es mejor que el de hace 50 años e incluso que el de hace tres meses, donde por ejemplo los discapacitados no podían votar. Hoy muere mucha menos gente por falta de alimentos o de medicamentos; el mundo va mejor y el que vamos a dejar a nuestros niños será mejor que el que tenemos nosotros ahora.

¿Qué siente cuando lee, ve o escucha tanta noticia negativa?

A veces no hay respuestas a los porqués pasan determinadas cosas malas, como las personas que mueren o se las deja morir en el mar, que los políticos no sean capaces de hablar en el Congreso de los sin techo, los desahuciados, quienes no llegan a fin de mes, los que se mueren solos en sus casas…, y hay que ir buscando respuestas a estas preguntas.

¿Y no tiene la sensación de que se puede erradicar la pobreza, la esclavitud… si hubiese interés?

Desde luego, pero no se hace porque no tenemos buenos políticos, que son quienes pueden hacer una sociedad mejor, no lo podemos hacer ni las ONG ni los curas; de ahí lo importante que es que tengamos buenos gobernantes. No obstante, hay que reconocer que el mundo de hoy se ha mejorado gracias a ellos y en el caso de España tenemos seguridad, sanidad, los niños no se mueren de hambre… aunque no han hecho todo lo que deben hacer.

¿Qué le parece el papel de la iglesia en el mundo, con esas noticias tan negativas que le salpican?

La iglesia ha cometido verdaderas atrocidades en el tema de los abusos, pero ha sido pionera en obras sociales y la primera en atender enfermedades como el Sida, la lepra, el Ébola… ésta es la iglesia en la que uno cree. Es verdad que todavía tiene muchos defectos, pero no hay ni una sola institución mejor que la iglesia, que es mi partido, con un secretario general que es el Papa Francisco y que es la institución que más trabaja por los desfavorecidos.

Al Padre Ángel le admiran muchas personas, pero ¿a quién admira usted?

Me siento un privilegiado por haber conocido a personas como la Madre Teresa de Calcuta, Vicente Ferrer… Tengo fotografías con el Rey, el Papa, artistas…, que valen para enseñar a los amigos, pero a quien realmente admiro es a mis padres.

¿Con qué momentos especiales de su vida se quedaría?

Con un beso que le di a un niño de siete años y me dijo que nunca le había dado un beso nadie; eso me puso los pelos de punta y se me quedó grabado.

¿Qué objetivos tiene para Mensajeros de la Paz?

Seguir manteniendo lo que ya tenemos y continuar creciendo para atender a las personas sin hogar, sin techo, sin familia, desahuciadas… Es una cuestión de cariño, de acariciar a la gente.

¿Con cuántos voluntarios cuentan y qué pueden hacer los vecinos de Chamberí que quieran colaborar con la ONG?

Tenemos cerca de 30.000 voluntarios y quien quiera colaborar ha de sentir en el alma a la gente que sufre. No es cuestión de dar dinero, sino de ser voluntarios en cualquier institución donde puedan aportar algo, una sonrisa, un buenos días, un abrazo, un beso… Todos podemos hacer algo.

Con 82 años, ¿ha pensado en retirarse y descansar, después de todo lo que ha dado a la sociedad?

Con 25 años, el cardenal Tarancón me hizo la misma pregunta de qué pasaría cuando yo faltase y le dije que vendría otra persona y no pasaría nada. De momento hay que pensar y trabajar en el presente. Mientras haya fuerzas no me jubilaré en la vida.

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