El edificio es hoy la sede del Consulado General de Italia
Palacio de Santa Coloma: la residencia de un conde taurino junto al Hipódromo de la Castellana
David Álvarez, 20 de noviembre de 2025
Entre Ríos Rosas, Agustín de Betancourt y Cristóbal Bordiú se encuentra una joya discreta del antaño palaciego Chamberí, que fusiona la elegancia francesa del siglo XX con la diplomacia contemporánea. El Palacio de Santa Coloma es hoy la sede del Consulado General de Italia, aunque la historia del inmueble se remonta más de un siglo atrás, de la mano de un conde apasionado por los toros y un arquitecto de prestigio como fue Joaquín Saldaña, artífice de varios palacetes en la capital, algunos de ellos en nuestro distrito.
Enrique de Queralt y Fernández-Maquieira, undécimo conde de Santa Coloma, encomendó a Saldaña la que sería su residencia familiar, en una parcela privilegiada del barrio de Ríos Rosas. Situado en una zona aislada y sin apenas edificaciones, en el paseo alto del Hipódromo de la Castellana, frente a lo que décadas después sería la fachada trasera de los Nuevos Ministerios. El palacio se construyó entre 1911 y 1914, y contaba con un amplio jardín, que fue epicentro de recepciones y tertulias.
Este noble madrileño de origen catalán no fue un aristócrata convencional. Cinco veces Grande de España, senador vitalicio y asiduo de la alta sociedad, Queralt fundó además su propia ganadería de toros de lidia, denominada Santa Coloma, cuyo bravo encaste ha llegado a nuestros días. El conde habitó en el palacio hasta su muerte, en 1933.
La obra del arquitecto de la nobleza
El edificio responde al refinamiento neoclásico, con toques franceses, muy del gusto de la burguesía ilustrada de principios del siglo XX, y se organiza en tres plantas alrededor de un eje central distribuidor. El acceso al principal se hace a través de un pórtico cubierto, que conduce a un vestíbulo ovalado como entrada al gran hall rectangular –en una de cuyas estancias se sitúa el despacho del cónsul–, que se repite en la planta primera.

Dobles columnas clásicas enmarcan los elementos clave, como su imponente escalera imperial. La primera planta se encuentra actualmente vacía, y sus salones, que conservan la madera original, se destinan a diferentes eventos. En el exterior destacan los balcones forjados y los frontones triangulares. En 1942 fue reformado y se le añadió una planta superior y un edificio auxiliar en la parte trasera, que convierten el inmueble “en un híbrido entre mansión privada e institución pública”.
Joaquin Saldaña López, autor original del edificio, fue el arquitecto de la nobleza y la emergente burguesía madrileña de la época. En la capital dejó una docena de palacetes, varios de ellos en Chamberí, como el Palacio de Adanero, en Santa Engracia –sede de la Secretaría de Estado de Administraciones Públicas–, el de Don Joaquín Sánchez Toca –Embajada de Brasil–, en Fernando el Santo, o el Palacete del Duque de Plasencia, sede actual de la Fundación Norman Foster, en la calle de Monte Esquinza.
Otras de sus construcciones emblemáticas fueron el Matadero de Madrid, el edificio del Banco Español de Crédito, en Alcalá y que hoy alberga el Hotel Four Seasons, o la Iglesia de los Salesianos de Estrecho, en Tetuán.
Abre la Escuela Estatal Italiana
Tras el fallecimiento del conde, el edificio fue adquirido en los años 40 por el Gobierno italiano para instalar allí su Escuela Estatal Italiana, que ubicó aulas improvisadas en los antiguos salones y estableció el jardín como patio de recreo. La idea era acoger el flujo migratorio de familias transalpinas, en busca de oportunidades en la España franquista. La escuela permaneció allí durante décadas, hasta que en los años 80, y con la apertura económica de España, se trasladó al inmueble el actual Consulado, que hasta entonces estaba en un modesto piso de la calle de Factor. El palacio también albergó hasta hace poco la Cancillería de la Embajada.

Hoy, las espaciosas y semivacías estancias del Consulado General de Italia en Madrid –existe otro en Barcelona– gestionan visados y certificados para 136.000 de los 320.000 italianos residentes en España, y también atienden a los cinco millones de turistas transalpinos que visitan cada año el país.
Aunque el público general no puede visitar el inmueble, salvo en días contados y dentro de programas como ‘Bienvenidos a Palacio’ o ‘Madrid Otra Mirada’, merece la pena detenerse ante la verja del espléndido edificio: detrás de ella late el pulso de un conde taurino, un arquitecto español de corazón francés y la Italia eterna, en suelo chamberilero.



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