Un “esfuerzo” por las terrazas, y otro por la convivencia

Madrid tendrá que aguardar al menos una semana para pasar al siguiente nivel de la desescalada, aquel en el que los pequeños comercios podrán abrir ya sin concertar cita previa y, sobre todo, la hostelería podrá sacar a la calle las terrazas, eso sí a medio gas, para comenzar a enjugar lo que va camino de ser un descalabro jamás visto antes en el sector.

Y aunque aún habrá que esperar, los planes para la reactivación hostelera han provocado un cierto nerviosismo en las plataformas vecinales de distritos como Centro, Arganzuela o Chamberí, donde bares y locales de ocio constituyen desde hace tiempo un problema de convivencia. Tras una reunión con la vicealcaldesa, estas entidades han mostrado su rechazo a prácticamente todas las medidas que el Ayuntamiento tiene intención de implantar durante la desescalada, de las cuales las más destacadas pasan por permitir que los bares abran barras en la calle o ampliar el horario y el espacio de las terrazas, abarcando las bandas de aparcamiento o las zonas terrizas aledañas.

Es comprensible el recelo vecinal, más allá de la precaución sanitaria: en febrero –cuánto tiempo parece haber pasado desde entonces– un grupo de chamberileros se reunió en torno a la Plataforma Ponzano Vecinos sin Ruidos para denunciar la situación en el distrito, que contaba con zonas donde se extendían hasta 60 bares en apenas 400 metros, lo que hacía la actividad “incompatible con el descanso”. Ni los cambios de ordenanza ni la protección acústica de algunas de estas zonas lograron solventar uno de los problemas enquistados en Chamberí.

Aquel escenario, sin embargo, se ha venido abajo en apenas dos meses, y hoy toca considerar la ciudad en la que vamos a vivir a corto y medio plazo, como poco. Una ciudad distinta y donde, según el propio Consistorio, una de cada cuatro familias tendrá que solicitar ayudas sociales, en la que ahora mismo tres de cada cuatro autónomos admiten estar en dificultades y cuyas cifras de paro se van a disparar como nunca, con las dramáticas consecuencias que ello supone. Sólo en la ciudad, un estudio municipal cifra en 30.000 el número de empleos que se perderán en la hostelería. Para contextualizar el dato, el número de personas en edad laboral en Chamberí ronda los 85.000.

Ante tales circunstancias, desde la patronal de la hostelería se pide a los vecinos un “esfuerzo” para la reactivación, y se advierte de que se trata de soluciones temporales para mantener en lo posible el empleo. “Juntarnos en torno a una terraza animará a consumir y a reactivar la ciudad”, añaden.

Un reclamo igualmente comprensible, habida cuenta de que la situación va a ser extremadamente difícil en muchos negocios, pero que debería ir acompañado de un compromiso por el respeto hacia aquellos a los que se pide el esfuerzo. Viendo cómo algunos vecinos han abusado de los permisos para salir a la calle, mucho nos tememos que la precaución se volatilice cuando los madrileños puedan volver, al fin, a las terrazas. Y de nada habrá servido el esfuerzo. Y se pagará más caro.


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