La vida en Chamberí interrumpida e impulsada por el Covid-19

Crónica del último mes de confinamiento


Queda lejos ya aquel primer encontronazo con la realidad que fue el cierre de todos los colegios de la Comunidad de Madrid: 11 de marzo. Tras las escuelas fueron los centros culturales, bibliotecas, teatros, restaurantes y, en definitiva, cualquier comercio no esencial. Los acontecimientos se sucedían, llegaba el miedo, las compras compulsivas, el estado de alarma, el confinamiento más estricto… las calles se vaciaron y Chamberí dejó de ser el barrio que conocimos.

Lo que no cambió fue su instinto de supervivencia, ni su solidaridad. En apenas unos días la Red de Cuidados de Chamberí agrupó a cerca de un centenar de voluntarios para auxiliar a los más vulnerables, los mercados alzaron la voz para aclarar que seguían abiertos para sus vecinos, y más de 50 puestos se pusieron a disposición del barrio para recibir pedidos telefónicos y hacer reparto a domicilio. El emblemático Hotel Miguel Ángel se prestaba para “medicalizar” sus instalaciones y dar cobijo a 111 pacientes, al tiempo que varios hosteleros donaban sus productos a centros de acogida y albergues. También proliferaban las iniciativas para estar pendientes de nuestros mayores en un distrito con la población más envejecida de toda la capital.

Al caer la tarde los vecinos salimos al balcón para homenajearles a ellos y también a los titanes de los mercados y los súper, servicios de limpieza, Fuerzas de Seguridad… Los colegios se adaptaban para dar clases a distancia y la prensa local ahondaba en su labor de servicio público, tratando de difundir cualquier información útil para el vecindario.

Poco a poco, llegaron las primeras noticias de muertes, entre ellas la de María Eugenia, vocal vecina popular muy querida en el barrio. Pasarán semanas hasta que vayamos conociendo cuántos y quiénes nos dejaron, pero no los olvidaremos.

A la hora del cierre de esta crónica algunos hospitales madrileños informaban de que la presión de los ingresos ha descendido en los últimos días, en los que se aprecia un ligero decremento en los datos de la pandemia. Ojalá se mantenga y Chamberí –y Madrid y toda España– comience a ver rebajadas las cifras del horror y que pronto este barrio que ahora vemos desde los balcones interrumpido y solitario se vuelva a llenar de gente y de vida. Esa noticia se la vamos a contar seguro, vecinos.


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