“Nosotras no queremos organizar colas de hambre, nosotras somos una asamblea de familias trabajadoras, que se organizan para aportar entre todas al colectivo y obtener recursos para todas, así como para distribuirlos de acuerdo a las necesidades de cada una de las familias”. De esta manera definen las integrantes de la Despensa Solidaria de Chamberí la esencia de su proyecto, una red vecinal que lleva casi una década autogestionándose para garantizar la alimentación y el apoyo mutuo entre las familias trabajadoras de Chamberí y Tetuán.
El proyecto nació en abril de 2014, inspirado por experiencias previas, como la Red de Solidaridad Popular o el Banco de Alimentos del 15M en Tetuán, y se consolidó en el Centro Social Okupado Autogestionado (CSOA) La Morada. Este espacio, un edificio abandonado durante más de 10 años en la calle de Casarrubuelos, se convirtió en el primer hogar de la Despensa, permitiendo a las familias organizarse y construir una alternativa frente a la crisis económica.
La Despensa Solidaria de Chamberí está formada por unas 50 familias, principalmente mujeres trabajadoras que enfrentan el reto de llenar sus neveras, en un contexto de precariedad laboral y encarecimiento de la vida. “Este espacio tiene mucho sentido para afrontar el día a día, minimizando el gasto en alimentos, gracias a la colaboración de la gente que más puede del barrio”, explican. Los repartos se realizan de forma quincenal o mensual, llegando a beneficiar a unas 30 o 35 familias cada vez. Más allá de la alimentación, el espacio representa un refugio para quienes llegan angustiadas por no saber cómo asegurar el sustento diario. “Cuando viene alguien nuevo a la asamblea nosotras le explicamos nuestra forma de trabajar y organizarnos. Esa forma se basa en la idea de que trabajamos todas para todas. El saber que no estás sola entre tanta hostilidad y dificultad es algo importante”, aseguran.
Un proyecto en lucha constante
La Despensa Solidaria de Chamberí ha enfrentado múltiples desafíos, desde el desalojo de su antepenúltima sede, la Casa de la Cultura, por parte del Ayuntamiento de Madrid, hasta la búsqueda de un local estable en Chamberí, uno de los barrios más afectados por la especulación inmobiliaria y el auge de los pisos turísticos. “Tras pasar por un local en desuso que nos cedieron temporalmente, nos fusionamos con el grupo que operaba durante el confinamiento en Bellas Vistas y, desde hace dos años, nos organizamos en el Espacio Bellas Vistas, en Tetuán”.
No obstante, desde la Despensa reivindican tener un local en Chamberí que les proporcione estabilidad logística para mantener la actividad. “Queremos trabajar con independencia y establecer nuestras propias prioridades, ya que esta autonomía ha sido clave para la supervivencia del proyecto. No recibimos ayudas ni dependemos de ninguna organización pública o privada; nos sostenemos únicamente con nuestro trabajo y para continuar necesitamos un espacio en el distrito que nos garantice esa estabilidad”, manifiestan.
Más allá de los alimentos: tejiendo redes
El proyecto no se limita a la distribución de alimentos. También ofrece apoyo en áreas como asesoramiento legal, derechos laborales, autodefensa financiera y tramitación de documentos de extranjería. “Nos organizamos con otros colectivos del barrio, como el Sindicato de Vivienda o el grupo de Apoyo Escolar, para cubrir necesidades más allá de la alimentación”, cuentan. Igualmente, colaboran con otros proyectos similares en Madrid y con comercios locales, que actúan como puntos de recepción de donaciones.
En definitiva, la Despensa se distingue de los modelos caritativos tradicionales, apostando por la autoorganización y el empoderamiento vecinal. “Nosotras decidimos cómo repartir los esfuerzos y los recursos. Reivindicamos que las familias trabajadoras somos las que sostenemos la ciudad y, por tanto, tenemos derecho a vivir en condiciones dignas”, concluyen.
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